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La Gripe Asiática sobre Colchagua en 1957.- (segunda parte)

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Durante el siglo XX nuestro país se vio afectado por dos pandemias significativas, en 1918 la Gripe Española donde Chile contaba con 3 millones de habitantes y alcanzó una cifra cercana a los cuarenta mil muertes, y en 1957 la Gripe Asiática.

Los últimos días de julio de 1957 la prensa colchagüina desnuda  la epidemia en la zona, evidenciándose en  la suspensión de clases de los principales establecimientos educacionales, y el colapso del hospital de San Fernando por el gran número de enfermos.

La segunda semana de agosto  la pandemia hacer efecto severo en la población colchagüina,   el asilo de ancianos de San Fernando enferman todos quienes se encontraban allí. El periódico La Región publica: “La difícil situación que se presenta debe ser tomada en cuenta por aquellos grupos que en un momento dado, pueden reemplazar a las monjitas. Nos referimos a “Las Siervas” o la “Cruz Roja”.   Es muy posible a estas alturas el Asilo de Ancianas haya quedado totalmente abandonado, por lo que se hace necesario una visita inspectiva por parte de las instituciones antes nombradas.  Por otra parte, la gripe, no piensa hacer las maletas para irse de la tradicional ciudad de San Fernando y sus alrededores.  En los fundos ha recrudecido con intensidad.  Los campesinos caen por docenas entre toses y estornudos, fuertes dolores de cabeza y fiebre de 39 a 40 grados”.

A mediados del siglo XX en la Provincia de Colchagua su población era preferentemente rural alcanzando un 67%, por tanto la enfermedad golpeará sectores tradicionales sin mayor cobertura médica o sanitaria.  Los distintos poblados hacen mención de ello, el 17 de agosto divulgan la situación de Nancagua: “La epidemia  que nos visita ha seguido haciendo de las suyas.  El peso de su acción ha recaído en los escolares, por este motivo los Directores de las Escuelas n°49 y 41 suspendieron las clases los días 8 y 9 y toda la semana por cuanto es un alto porcentaje el de alumnos afectados.  La Escuelas particular n°7 también ha suspendido sus clases”

También comunidades rurales precordilleranas como Agua Buena manifiestan la epidemia: “Este pueblo no podía escapar tampoco a los efectos de esta epidemia.  La presente semana ha correspondido al ataque más intensivo lo que se trasluce en la poquísima asistencia de  los escolares a sus escuelas y en la suspensión de actividades deportivas por enfermedad de la mayoría de los jugadores”.

La complejidad fue a la baja, ya en el mes de septiembre no se hace mención alguna en la prensa local, solo en diciembre es recordada como uno de los diez sucesos que sacudieron el año 1957:  “Los estudiantes caían como moscas a la leche; algunos de intención claro,  para capear.   La Fábrica de tabacos y otras industrias de la ciudad, debieron suspender parcial o totalmente sus labores.  En la redacción del inter diario, entre toses y dolores de cabeza, oscilando entre los 39 y 40 grados de fiebre, escribíamos nerviosas crónicas sobre la influenza y su ataque 1957 a la ciudad del guerrillero”

A pesar de la escasa cobertura de la Gripe Asiática sus efectos fueron devastadores, alrededor de 20.000 muertos en Chile principalmente en Valparaíso, Santiago y Concepción.    En nuestra provincia de Colchagua  es difícil calcular.

En agosto de 1960 el Departamento de Epidemiologia del Servicio Nacional de Salud edita un análisis  de las repercusiones de la epidemia de la influenza asiática en la mortalidad del país.  En ella podemos constatar las defunciones causadas por enfermedades respiratorias como influenza, neumonía y bronconeumonía en los años 1956 y 1957, existiendo una diferencia de 45 muertos en Colchagua.    La misma investigación insiste que la incidencia de la enfermedad fue mayor en personas de bajo nivel socioeconómico, y culmina recomendando diversas medidas para una próxima pandemia, que al parecer hasta el momento no atendimos: “Rápida elaboración de un plan que permita contar con el máximo de recursos materiales, humanos y terapéuticos para disminuir los efectos de la enfermedad”.

Por Víctor León Donoso